martes, 27 de octubre de 2015

El voto a Scioli era una farsa: el progresismo K lo sabía


Invitamos a artistas y trabajadores de la cultura a publicar sus opiniones sobre el panorama post-electoral. En esta nota un balance de Cristian Pauls, cineasta e integrante de #ArtistasConelFIT.











La verdadera razón del estupor y la incredulidad del FpV ante los resultados del domingo 25 no es sino la confirmación de lo que muchos intuían y no se animaban a decir: si sus “enemigos” pueden llegar a sucederlos en el poder es porque no han tomado ninguna medida para hacer que su advenimiento sea imposible.
Las elecciones del domingo revelan el horroroso espectáculo de lo que uno mismo ha construido pero llevado a los extremos y proclamado en vez de oculto. Y también de que, erigiendo ese enemigo que todo lo justifica, se podrá cerrar más cómodamente los ojos ante ciertas atrocidades (propias) y así seguir viviendo más o menos bien.
El kirchnerismo eligió a un candidato derechista (no perdamos de vista que fue la misma CFK quien lo hizo en una maniobra profundamente antidemocrática que dejó sin discusión alguna la candidatura del FPV y, peor aún, revelo un silencio inexplicable de los sectores más progresistas del FPV). Scioli, hijo dilecto del menemismo si los hay, anuncio hace una semana su gabinete: Berni, Casal y Alejandro Granados, entre otros. Ese gabinete podría haber sido suscripto y con satisfacción por el mismísimo Macri.
En la provincia de Buenos Aires, el candidato oficialista fue el gran Aníbal, exduhaldista y miembro del gabinete de Ruckauf, el mismo que ante la desaparición de Jorge Julio López no tuvo el menor empacho en decir que podía ‘estar en la casa de la tía’. Fernandez es, además, uno de los responsables políticos de la masacre de Puente Pueyrredón y del asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán y de la liberación por la policía de la zona donde asesinaron a Mariano Ferreyra.
Scioli se armó para gobernar, además, con los ’barones’ feudales del PJ y lo peor del sindicalismo. Ni que decir que mandó a Urtubey en misión oficial, a lamer las botas de los bien amados buitres. Así, de nada vale escandalizarse por la vuelta de los noventa de Macri: fue el propio K el que abrió el camino al candidato que hoy los aterroriza y por el que se rasgan las vestiduras.
Cuesta invocar con algo de credibilidad el terror al derechismo de Cambiemos cuando se tiene todo esto entre manos y, más que nada, se levanta la voz solo para decir sandeces como "votaremos con desgano". Esta es la crítica política de un partido que acepta los atropellos y las designaciones a dedo que impiden toda posibilidad de discusión. El voto a Scioli era una farsa: el progresismo K lo sabía, lo sabe y aun así, antes de interrogarse, volverá a votarlo.

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